Cooperativismo en el agro

Uno de los ejes del Ministerio de Agricultura es el fomento de la asociatividad entre los pequeños productores, de manera que puedan mejorar sus niveles de eficiencia, reduciendo sus costos y accediendo a condiciones más favorables de comercialización gracias a las economías de escala. Y si bien las cooperativas en Chile arrastran el estigma de la mala gestión de décadas pasadas, el modelo es la mejor manera de competir en mercados cada vez más competitivos, usualmente dominados por grandes empresas, donde las opciones de pequeños agricultores de acceder a canales de comercialización están limitadas por los volúmenes y lamentablemente, por prácticas anticompetitivas.

El éxito del cooperativismo en otros países es un ejemplo para el agro chileno, caracterizado por la alta atomización de la propiedad de la tierra, un fenómeno que se observa especialmente en Ñuble. En Chile, Colun y Capel son ejemplos exitosos del modelo que ha permitido a miles de pequeños productores no sucumbir ante una industria altamente concentrada y con distorsiones de precios que hacen cada día más difícil su supervivencia. No obstante, será necesario mucho más que el discurso para promover modelos asociativos en el agro chileno, pues habrá que enfrentar la arraigada desconfianza del hombre de campo, reacio a generar alianzas.

Por ello es que se valoran todas aquellas iniciativas públicas y privadas que promueven la generación de alianzas, encadenamientos productivos y emprendimientos colectivos en el agro, como se ha hecho, por ejemplo, con los pequeños productores de uva vinífera en el Valle del Itata, pues este modelo constituye la llave para que la pequeña agricultura pueda sortear con éxito los desafíos de la industria alimentaria y contribuir al desarrollo de Ñuble.

Fuente LA DISCUSIÓN